Ha vuelto el chocolate
Es básico en la experiencia del turista incorporar sensaciones a sus tiempos de descanso. Así los olores y sabores asociados al mar, o lo ecléctico y maravilloso de los olores de una ciudad bañados por aromas de café o cocina, o el humo del asado, nos llevan invariablemente a un viaje, a un lugar y a los rostros de las personas que nos acompañaron. Las sensaciones se disfrutan inicialmente y se asocian definitivamente a un destino turístico. Eso es el chocolate para Bariloche. La sensación placentera del gusto y el olfato que cierra y acompaña al turista cuando regresa a su hogar. Y busca compartirlo. Un turista que convida chocolates de Bariloche esta compartiendo su viaje. Y esta recomendando el destino. El chocolate reconforta cuando hace frío, se hace maná cuando en una fondue se combina con una fruta roja del bosque, se transforma en magia cuando es una figura en manos de un niño, se reinventa a si mismo cuando es bombón o rama.
En materia de experiencia de sentidos para coronar un viaje, el chocolate no tiene rivales. Y la historia de los pioneros y empresarios de Bariloche ha transformado este pensamiento simple en una realidad, poniendo a San Carlos de Bariloche, sin dudas, como la ciudad por excelencia a la hora de conocer lo mejor del chocolate en la Argentina.
De los Mayas a los Aztecas. De América a Europa. Y de allí de regreso al continente.
El cacao ha vuelto a América después de dos mil años, y ha elegido a Bariloche para quedarse a vivir.
Las chocolaterías de la ciudad son espacios vivos, dulces y mágicos. Hay muchas y todas merecen ser descubiertas. Hay que buscar, preguntar y compartir experiencias en cada una de ellas.
Un poco de historia. Mucho presente.
La historia del chocolate en esta localidad patagónica nace de la mano de los inmigrantes europeos que llegaron a la región a partir de 1940.
Hacia mediados de la década del 40, la ciudad dejaba lentamente de ser una colonia agrícola ganadera para transformarse en un idílico centro turístico. A través de este nuevo perfil, se desarrollarían en Bariloche distintas actividades relacionadas con el turismo, como lo fue y sigue siendo, el chocolate.
En 1947, el matrimonio de Aldo Fenoglio e Inés Secco llegó de Torino, Italia, para instalarse en Bariloche. Fenoglio retomó su oficio de pastelero y chocolatero y abrió junto a su esposa la confitería Tronador, en Mitre y Villegas. Fue justamente Aldo Fenoglio, quien por «accidente» inventó el chocolate en rama, al juntar con una espátula una lámina de chocolate sobre el mármol de su fábrica. Otros productos diseñados por Fenoglio y muy bien recibidos por el público fueron el Panforte, el Chocofrut y los Besos de Bariloche. Desde aquellos años hasta hoy han nacido distintos emprendimientos dedicados a la fabricación de chocolate, diversificando la oferta de la ciudad y abriendo fuentes de trabajo. Creatividad, tradición familiar, calidad artesanal y respeto por la técnica han sido los pilares sobre los cuales Bariloche ha construido más de sesenta años de historia como referente del chocolate.
Distintas generaciones se han dedicado a esta actividad con amor y respeto por las tradiciones, sin dejar atrás la innovación constante y la búsqueda de la excelencia, haciendo de Bariloche la ciudad del chocolate. Hoy Bariloche tiene su propia Cámara de Chocolateros, formada por siete empresas: Mamuschka, Rapa Nui, Del Turista, Frantom, Abuela Goye y Tante Frida.
Nuevos emprendimientos y los tradicionales conforman un abanico amplio de oferta en toda la ciudad que se completa con empresas como Casa Pueblo, Benroth, Chocolates Torres, La Mexicana, Xoco Hue, Estrella Alpìna, el Arrayan y el Reino de los Chocolates entre otros, para sorprender a paladares exquisitos.
FUENTE: EMPROTUR – BARILOCHE